En Ánima Líbera creemos que muchas de los problemas e injusticias que afronta la sociedad actual tienen su origen en el uso del dinero. Aunque somos conscientes de que se trata de un medio de intercambio que no se puede definir como bueno o malo en sí mismo, tenemos la certeza de que su empleo, sea más o menos ético, conlleva siempre una serie de consecuencias ineludibles que condicionan nuestra sociedad.
Posibilita un crecimiento ilimitado:
El dinero barre los límites de la riqueza que es necesario crear, en tanto en cuanto no existe una cantidad para la cual un país, una empresa o una persona consideren que es perjudicial seguir ganando dinero. Con ello no nos estamos refiriendo a la codicia humana, sino a una consecuencia inevitable de las posibilidades que brinda su uso y acumulación: ¿qué empresario, trabajador o consumidor no quiere mejorar su nivel de vida y el de sus familiares? ¿seguir ahorrando para su pensión? ¿aumentar la herencia que dejará a su hijos? ¿ahorrar para visitar más países? ¿para comprar mejores productos? ¿para tener una mejor cobertura sanitaria? ¿para darle un hermano al hijo único? Haciendo algo totalmente lícito, que es aprovechar la oportunidad de ganar más dinero para así mejorar nuestro nivel de vida, estamos haciendo que la economía siga creciendo ilimitadamente, porque, y recalcamos esta idea, no existe una cantidad para la cual deja de ser beneficioso seguir ganando dinero. Esta posibilidad de crecimiento ilimitado que el dinero ofrece cristaliza en un inevitable crecimiento de las sociedades que lo integran, provocando graves crisis medioambientales en las que los recursos naturales se explotan por encima de su capacidad de renovación. Por todo ello podemos afirmar que:
Las sociedades del futuro que quieran ser viables a largo plazo tendrán que aprender a vivir en equilibrio con su entorno, algo que con la herramienta del dinero se torna muy complicado, por no decir imposible.
Fomenta la competitividad:
Otra de las consecuencias principales de este crecimiento ilimitado que posibilita el uso del dinero es la competitividad. Cuando siempre hay un beneficio económico que obtener porque no existe un límite a la cantidad necesaria de dinero, todos nos transformamos en los medios o en los obstáculos para otros en la carrera sin fin por este beneficio económico. No es posible alcanzar un estado de equilibrio en el que la competencia de paso a la colaboración porque siempre hay un margen de beneficio por el que competir. Cuando usamos el dinero todos y cada uno nos convertimos para los demás en competidores o en aliados de conveniencia, en impedimentos o en herramientas para ganar dinero. Las aspiraciones y relaciones entre las distintas partes de la sociedad pasan a tener un carácter eminentemente económico en la sociedad del dinero: el nivel de vida de una persona no está asegurado fundamentalmente por sus relaciones personales, sino por su rendimiento económico como trabajador, en competencia con los demás trabajadores de su rama.
Aunque las relaciones que no implican dinero siguen teniendo importancia pasan a ser secundarias, de manera que es nuestro sueldo, y no el amor hacia nuestra pareja lo que permitirá que lleguemos a fin de mes, es nuestra capacidad para comprar barato buenos productos, y no la calidad de nuestras amistades lo que determina que tengamos un nivel de vida u otro.
Crea desigualdad:
Como hemos visto el crecimiento ilimitado que posibilita el dinero fomenta a su vez la competencia, y la competencia tiene siempre como resultado sociedades desiguales. Para ilustrar este concepto imaginemos que reconstruimos nuestra sociedad desde cero, partiendo todos nosotros de la misma cantidad de dinero. Pongamos por caso que, dado que hemos aprendido de nuestro errores, competimos entre nosotros económicamente, pero de la manera más ética posible: tratando de ofrecer la mejor calidad en nuestros productos, sin precios abusivos ni para el consumidor ni para el fabricante, dando el mejor trato al medioambiente, con las mejores condiciones de trabajo posibles… Esto sin embargo no evitará que algunas iniciativas empresariales fructifiquen y otras no tengan éxito, produciéndose a lo largo de este proceso una paulatina concentración de dinero en las manos de aquellos que hayan sabido gestionarlo mejor. En otras palabras: el uso del dinero lleva siempre a una estratificación de la sociedad, incluso en aquellos hipotéticos casos en los que se partiera de una situación de total igualdad.
Fabrica, perpetúa y ahonda en las necesidades de la sociedad
La idea es simple: para que las empresas perduren en el tiempo, el ciclo de fabricación y uso y descarte se debe repetir continuamente, a través de necesidades conscientemente mantenidas en el tiempo o bien a través de necesidades artificialmente creadas (también llamadas en la jerga económica “oportunidades de negocio”). ¿De qué manera se fabrican estas necesidades artificiales? Ahondando y promoviendo nuestro desconocimiento y falta de capacidad creativa. Esto, sumado a una perpetua sensación de descontento e insatisfacción con nuestra vida, (absorbida por el trabajo y con poco tiempo para la autorrealización) nos convierte en los consumidores perfectos para la adquisición de nuevos productos y servicios. Raro es el caso en que este sentimiento de insatisfacción se traduce en menos horas dedicadas al trabajo para poder dedicar más tiempo a la autoconstrucción y el autoconocimiento, tanto individual como colectivo.
Un ejemplo paradigmático de esto son las cápsulas de café: lo que antes hacíamos nosotros mismos con una cafetera, un aparato sencillo y duradero que entendemos y podemos mantener nosotros mismos, ahora precisa de una máquina que no sabemos ni cómo funciona ni cómo se puede reparar, con unas cápsulas que estamos obligados a comprar a la multinacional que las produce. Todas las empresas, desde la más pequeña hasta la más grande, manipula las necesidades de la sociedad. Pongamos por caso una empresa de colchones. Ésta sabe que para cubrir sus gastos y pagar los sueldos de sus empleados tiene que ganar cierta cantidad de dinero. Para conseguirlo no atenderá a la necesidad real que existe de estos para cubrirla, sino que la manipulará incentivando el consumo innecesario, haciendo que las familias se deshagan de colchones en perfecto estado y compren otro que realmente no necesitan.
En cualquier sociedad en la que se utiliza el dinero esta se convierte en un instrumento para las empresas, las cuales fomentan y crean necesidades artificiales en la misma en pos de su supervivencia económica. Las necesidades reales de la sociedad, y por tanto su bienestar, quedan en un segundo plano.
Estas son sólo cuatro de las numerosas consecuencias negativas que tiene el uso del dinero para nuestras sociedades, si quieres seguir leyendo sobre ello te animamos a que visites este blog.
Si has llegado hasta aquí la pregunta que seguramente te estás haciendo es:
¿Realmente es viable una sociedad sin dinero?
Claro que lo es. Que nos cueste imaginarnos un mundo sin dinero no significa que este no se pueda alcanzar de una forma progresiva, y que además a lo largo del proceso ganemos en libertad y bienestar. Para alcanzarlo tendremos que poco a poco desligarnos de instituciones de las que dependemos pero que no dependen de nosotros, y sobre las que por tanto tenemos poca capacidad de influencia: empresas y estados. Al mismo tiempo que nos desligamos de ellas tendremos que reaprender a vivir en estrecha interdependencia con el enterno natural, con el que forjaremos una relación de mutuo enriquecimiento. Su clima, su tierra, y sus recursos determinarán nuestra alimentación, los materiales de nuestras casas e incluso los tejidos de nuestras ropas. Nuestra vida volverá a ser un reflejo de lo que en cada lugar la naturaleza nos brinda.
En este nuevo paradigma viviremos en pequeñas ecoaldeas o ecobarrios con aquellos con quienes decidamos compartir nuestra vida, y junto a ellos trabajaremos por nuestra autosuficiencia, trabajaremos porque la comida, la ropa, la vivienda y la energía, es decir, aquello que nos asegura una vida digna, dependa de nuestras manos. Los ecobarrios y ecoaldeas se irán multiplicando, y tanto en su interior como entre ellos se producirán intercambios indirectos: ya no se hará o se dará X a cambio de Y, sino que el individuo aportará a su comunidad o a las comunidades adyacentes con la certeza de que todo lo que haga por ellas le será devuelto antes o después, de una forma u otra. La interdependencia profunda entre el individuo y aquellos con los que convive, hace que el bienestar de aquellos de los que depende sea su propio bienestar, y que por tanto cuidar a los demás sea sinonimo de cuidarse a sí mismo. Sin menospreciar la capacidad de autoproducción que podrán tener comunidades, existirán medios de creación como hospitales, fábricas o centros de enseñanza. En ellos particparán los habitantes de las comunidades adyacentes, desarrollando por un lado sus intereses y aspiraciones en ellos y por otro cubriendo las necesidades de las ecoaldeas o ecobarrios cercanos en los que viven sus familiares y amigos. Todo esto es solo un pequeño resumen de lo que una sociedad sin dinero puede ser, si quieres seguir informándote te aconsejamos visitar este blog.
Por todo lo que hemos expuesto creemos fundamental valorar en cada proyecto que visitamos su grado de autonomía del dinero, o dicho de otra manera, su grado de resiliencia económica. Para ello tenemos en cuenta si las relaciones entre sus integrantes y/o con otros proyectos son fundamentalmente de tipo económico o si en cambio existe un esfuerzo por crear y fomentar una red de espacios de autosuficiencia e intercambios indirectos, en los que el interes económico vaya dando paso a la colaboración basada en la interdependencia.
Para entenderlo un poco mejor:
Imaginemos una cooperativa textil en la que trabajan varias personas de manera autogestionada y donde las materias primas que utilizan para fabricar los tejidos y tintes son obtenidas de productores locales. Para algunos bastaría con que su actividad económica se realizara de la manera más ética y sostenible posible. Para nosotros sin embargo sería una «empresa verde» más, con un compromiso con la salud de las personas y el medio ambiente que sin duda valoraríamos, pero que seguiría fomentando todos los inconvenientes que presenta el uso del dinero, algunos de los cuales hemos explicado arriba.
Es por ello que en Ánima Líbera buscamos en todos los proyectos, sean del ámbito que sean, una voluntad por construir un nuevo paradigma más allá del dinero. La cooperativa textil que os hemos puesto como ejemplo, sería para nosotros verdaderamente alternativa si sus integrantes emplearan el dinero obtenido en ganar cada día una mayor independencia de este. ¿Cómo? Participando en iniciativas ya existentes o creando otras nuevas que tengan como objetivo la autosuficiencia, bien individual o bien colectiva. Hablamos de escuelas populares de educación alternativa, de huertos colectivos, de talleres de fabricación o reparación de electrodomésticos, de espacios de intercambio de conocimientos y recursos… Cualquier iniciativa que aunque pueda precisar un primer empujón económico, en el largo plazo fomente un menor nivel de dependencia del dinero disminuyera. En este proceso de emancipación progresiva del uso del dinero estamos convencidos de que seremos más libres, más capaces, más unidos, y más felices.